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Medir el bienestar del Perú con el PBI es un engaño

Su creador dijo con claridad : que no sirve para medir el bienestar de ningún país

Publicado: 2017-09-19

Aunque  la foto que adjunto como portada, tiene sus frases en inglés, está claro que Simon Kuznets señalaba que su PBI no medía bienestar.

En rigor , he escrito y demostrado, incluso con apoyo de notables economistas  e insisto y machaco , con  el mismo creador de las Cuentas nacionales, hace como 80 años, el Nobel de Economía Simon Kuznets, que el PBI además de contener producción de extranjeros residentes en el país y tantas limitaciones para auscultar producción casi imposible de medir, no es de manera alguna una medida del bienestar. 

Pero los macrobúhos insisten y lo usan para engañarse y engañar. Es que es mejor algo que nada, sentencian. No importa que el reloj este malogrado y no marque la hora, si es que trabaja las 24 horas y es consistente, entonces se le suma o resta y llegas a la hora verdadera, señalan algunos. Eso es falso. Pues en el PBI se hacen cambios. Ya lo demostró Baca Campodónico con el tema de los Arándanos hace muy poco y nadie levanta la noticia, que la verdad es muy grave de parte del INEI. 

El caso es que se conoce que la distancias mas corta entre dos puntos es la línea recta. Su fórmula en geometría es:


Y= a + bx 

La misma contiene dos variables y es utilizada a fin de explicar cómo las mismas interactúan. Es de sentido común el entender entonces, que para un estudiante de economía que una curva de demanda responde a que si hay una baja en el precio de un producto, la cantidad demandada se incrementa. Pero esto supone que en el mundo no existen otras variables, lo que no es cierto. 

Por ello en los inicios de los estudios, los economistas usan la condición Ceteris Paribus, por la cual mantienen, constantes, aisladas a todas las variables que afectan al producto en cuestión, a excepción del precio. 

Así que mucho de lo que se considera “razonable” en la economía, tiene debajo de la mesa, una serie de cosas que en el mundo real las desdicen.

Pero, insisto, se admiten, se modelan a fin de comprender de manera lógica su teoría, cuya complejidad irá creciendo con los años en estudio y los cursos cada vez con mayor número e variables en el modelo.

Pero en el mundo real la cosa se va a caminos de locura. Hace un lapso prolongado , recuerdo que un grupo de macrobuhós del Central y de la Cámara de Comercio de Lima en un editorial nada menos que del Comercio, señalaban con una vanidad y solvencia a toda prueba que un punto porcentual de crecimiento del PBI reducía la pobreza en algo más de un punto. ¡Qué tal charlatanería, pues ni por asomo había un análisis al respecto.

Peor era el que pontificara que hay que crecer un 4% anual para darles ocupación a 300 mil jóvenes que se incorporan a la fuerza laboral año a año.

Como ya he señalado varias veces, el PBI es utilizado en la economía, no sólo como un indicador de la cantidad que se produce en un país en un lapso, sino como una medida de bienestar de los residentes. Y entonces la conclusión es obvia. A un incremento de ese bendito PBI un aumento en el bienestar de esa población.

Pero eso no es correcto. Los textos serios en la materia macroeconómica, señalan que el PBI tiene serios defectos para postularlo como un indicador de bienestar. Y he demostrado en diversos post, que su creador renegaba de ello.

Uno de los ejemplos más conocidos o si se quiere restricciones de este bendito PBI es que muchos bienes y servicios se miden inadecuadamente. Muchos de ellos porque no se comercializan en el mercado. Y entonces se imputan (en la jerga se cocinan) para introducirlo en los cálculos o sino se acude a hacer encuestas

Es asimismo muy complicado el medir el enorme impacto de la tecnología en la mejora de los productos y a su vez la baja de los precios de estos. Así por ejemplo celulares y computadoras han bajado sus precios en 20 años casi en un 80% y la cantidad demandada ha alcanzado niveles récord.

Las poblaciones rurales se han desarrollado e incrementado su productividad agrícola pos la construcción de vías de acceso, carreteras y las comunicaciones, como bien lo ha demostrado el economista Richard Webb en su libro y columnas al respecto.

Téngase asimismo los enormes gastos en seguridad que hacen crecer el PBI, pero que no solucionan los problemas que acontecen por el alto nivel del crimen que se sufre en las ciudades. Y, finalmente ¿cómo se contabiliza la economía subterránea, sumergida, la del narcotráfico y otras que todos reconocen prima en países como el nuestro?

Es claro el colegir que jamás hemos tenido una explicación del INEI al respecto. O la imputan o simplemente la ignoran en el cálculo del indicador PBI, que en rigor distorsiona lo que los diversos estratos sociales, podrían señalar que es una medida de su bienestar.

Puesto así de esta manera el estribillo del macrobuhismo que “A mayor PBI menor Pobreza” suena a propaganda, no a un análisis serio. Puede estar muy lejos de la verdad, así como lo justo en el sistema judicial peruano se aleja de lo legal. Incluso se podría dar la paradoja que el PBI crezca y la pobreza aumente. Claro que habría eso sí, que definir qué es pobreza, pues aquí se relaciona a la monetaria y que le suma el asistencialismo. Y eso tiene claros ejemplos en los megaproyectos humalientos que insumen enormes cantidades de dineros públicos, corrupción, problemas en el diseño, sobre costos y etc. El Metro, la Refinería y el Gasoducto van a favor de las áreas urbanas en contra de las rurales. Y de hecho su construcción sube el PBI.

Es importante recalcar que el PBI al medir la producción de los residentes, ello conlleva empresas trasnacionales. El bienestar de la población asimismo dependerá de cuál es el régimen tributario de esas empresas y de cuando se repatrie de sus utilidades.

El hecho de que el PBI crezca, también puede estar ligado al hecho de que haya un exagerado abuso en el consumo por el hecho de usar y abusar de las tarjetas de crédito, a pesar de que algunas de ellas superan largamente la tasas de interés del 100% anual; algo que también va en contra de los libros de texto. Tal parece que el consumidor sólo calcula cuánto tiene que pagar por mes, por el uso del dinero y se embarca. No le interesa la tasa de interés efectiva del repago.

Es por ello que hay que darle pelea a estos irresponsables macrobúhos. Zavala, por ejemplo, en su presentación al Congreso en relación al presupuesto, pese a que el mismo nos endeudaba nuevamente con soberanos, sacó el estribillo que el Estados tiene apenas un 25% de endeudamiento en función del PBI. Pese a tener adscrito el Consejo Fiscal que le suma un potencial a la deuda estatal de aproximadamente 40% y que Claudia Cooper conoce el tema, pues fue integrante de dicho consejo, este macrobúho mayor le mintió al país o si se quiere ser elegante, dijo su media verdad. Incluso jamás ha mencionado que el sector privado residente le debe al exterior más de US$ 36,000 millones que no es poca cosa.

Por esto y otros motivos, hay que sincerar a la economía y pelear contra estos macrobúhos. Hay que hacer que el Central haga un mayor análisis de los efectos en la economía de diversas variables que la afecten en su mundo real. El no hacerlo promueve decisiones erróneas y peligrosas.

El PBI entonces no es la panacea, no es sin duda alguna, la estrella de la economía. Todo lo contrario es el enemigo que nos oculta nuestra realidad tan compleja, robustece los mitos de que somos un país eminentemente minero o aquello de que Dios es peruano o si se quiere el pata ese que anda sentado en la banca de oro. 

Puras pamplinas de macrobúhos y opinólogos. Hay recursos en el Perú, hay ventajas competitivas, pues claro. Pero orden, priorización y luego de invertir el necesario mantenimiento.No hay que entusiasmarse porque a los Chinos les dio la regalada gana de aumentar la demanda del cobre y por ende su precio y ello con sabe dios qué argucias, pues su endeudamiento es del 260% de su PBI. Algo complicado de digerir, pero esa cifra que no sé si será cierta, se deslizó en la reciente reunión de los bancos centrales en Jackson Hole Wyoming.


Escrito por

dennis falvy

Economista de la Universidad Católica con un master en administración en la Universidad de Harvard; periodista en economía .


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