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REMERMORANDO Al "CLASICO " : ADAM SMITH

Y SU  FABRICA DE ALFILERES PRODUCIENDO  MUCHO MAS  

Publicado: 2017-05-28

Por: Dennis Falvy  

En su columna de El Comercio de hoy domingo, Richard Webb señala que Adam Smith nos educó con el ejemplo de la Fábrica de Alfileres , donde el trabajo en conjunto permitía la especialización y la coordinación. Ello me ha impelido a tratar este tema tan bien puesto por este economista y filósofo escocés, (16/06/1723; 6/07/ 1790) ,precursor de la economía, considerado como uno de los mayores exponentes de la “Economía Clásica”. 

Smith es ampliamente conocido por su obra  :  " La Riqueza de las  Naciones" (1776), que es esencialmente un estudio acerca del proceso de creación y acumulación de la riqueza, temas ya abordados por los mercantilistas y fisiócratas, pero sin el carácter científico de la obra de Smith. 

Debido a dicho trabajo, que fue el primer estudio completo y sistemático sobre el tema, a Smith se le conoce como el padre de la economía moderna.

Sin más preámbulo entremos a su fábrica, en base a diversos artículos que han tratado sobre el tema a que alude el Profesor Webb , hoy en su columna.

EL MISTERIO DE LA FÁBRICA DE ALFILERES

En marzo del año 2,009, en Knowledge and the Wealth of Nations, David Warsh escribe sobre la revolución intelectual –invisible al ojo del gran público– que transformó la profesión de los economistas entre los 70 y los ’80. 

Paul Krugman dice que nunca vió a alguien escribir tan bien como Warsh sobre el “mundo social de la investigación económica”.


Warsh cuenta la historia de una gran contradicción escondida en el corazón de la teoría económica desde 1776, año en que Adam Smith publicó La riqueza de las naciones, que llama la lucha entre la Fábrica de Alfileres y la Mano Invisible. 

Por una parte, Smith destacaba los inmensos aumentos de productividad que podían lograrse con la división del trabajo, que mostraba en su famoso ejemplo de la fábrica de alfileres.

 Por otro lado, fue el primero en reconocer que una economía de mercado puede utilizar el interés personal en pro del bien común, haciendo que una mano invisible guíe a cada individuo hacia un fin que no está en su intención.

Los dos conceptos, son, obviamente, opuestos. La parábola de la fábrica de alfileres dice que la escala da beneficios: más grande la fábrica, más especialización, más productividad. Ahora bien, las rentas crecientes crean una natural tendencia hacia el monopolio, porque una gran empresa tiene mayor escala y puede bajar costos más que una pequeña. Entonces, en un mundo de renta creciente, las grandes expulsan a las pequeñas, hasta que cada industria queda bajo el dominio de unos pocos jugadores.

Pero para que la mano invisible funcione, debe haber muchos competidores en cada rubro que impidan que alguien ejerza poder monopólico. Por lo tanto, la idea de que los mercados libres siempre funcionan bien depende del supuesto de la renta decreciente y no creciente.

Durante más de dos siglos, el pensamiento económico estuvo dominado por el supuesto de la renta decreciente. La Fábrica de Alfileres, olvidada en la trastienda. 

¿Por qué? Como explica Warsh, no era por ideología; se trataba de seguir la línea de la menor resistencia matemática. La economía siempre fue una disciplina con aspiraciones científicas; los economistas buscaban, para representar sus ideas, el rigor y claridad que vienen con números y ecuaciones. Eso es lo que logran con economías de renta decreciente: un formalismo elegante. Por el contrario, las de renta creciente (Fábrica de Alfileres) son difíciles de representar en forma de modelo matemático.

Y sin embargo, las rentas crecientes fueron siempre una parte muy conspicua de la realidad. Warsh cita al premio Nobel Kenneth Arrow, quien dijo que las rentas crecientes fueron un río subterráneo en el pensamiento económico: siempre presente, aunque rara vez visto a la luz del día.

La primera mitad de Knowledge and the Wealth of Nations es una historia del pensamiento económico desde la perspectiva de ese río subterráneo. Muestra cómo los grandes economistas optan por excluir la renta creciente de sus análisis, aunque casi siempre entendían muy bien que estaban omitiendo una parte importante de la historia. La segunda parte del libro describe cómo el río subterráneo finalmente aflora a la superficie.

Dice Krugman: “Nunca vi a nadie escribir tan bien sobre el mundo social de la investigación económica, un mundo de gente brillante, a menudo excéntrica, que en nada se parece a los aburridos opinadores de traje oscuro que comentan la economía en los programas de televisión.

Es un mundo de modales informales y a la vez de intensa competencia de estatus, donde una sola presentación en seminario puede transformar repentinamente a un joven (hombre o mujer) en una estrella académica.

Desde finales de los ’70 hasta finales de los ’80, muchas de esas estrellas giraron hacia la renta creciente. Los economistas habían encontrado, al fin, formas para hablar de la Fábrica de Alfileres con el rigor necesario para convertirla en respetable. Uno a uno, todos los campos de la economía, desde la organización industrial y el comercio internacional hasta la economía urbana, se fueron transformando.

 EN OCTUBRE DEL AÑO 2010

Jose Sande , con ayuda de dibujos,  se ocupa del tema de la fábrica de una manera muy peculiar, señalando: lo mucho que ha avanzado la humanidad en muy poco tiempo. Muchas veces olvidamos que hace muy poco tiempo, 160 años….¡Éramos todos muy pobres! 


EL CASO ES QUE ADAM SMITH ; SEÑALA :

Lo explicó de manera muy sencilla: :¡Si queremos ser más ricos, debemos ser más productivos! La división del trabajo,  entonces,  es clave en el aumento de la productividad. 

Tomemos como ejemplo una manufactura de poca importancia, pero a cuya división del trabajo se ha hecho muchas veces referencia: la de fabricar alfileres.

 Un obrero que no haya sido adiestrado en esa clase de tarea (convertida por virtud de la división del trabajo en un oficio nuevo) y que no esté acostumbrado a manejar la maquinaria que en él se utiliza (cuya invención ha derivado, probablemente, de la división del trabajo), por más que trabaje, apenas podría hacer un alfiler al día, y desde luego no podría confeccionar más de veinte. 

Pero dada la manera como se practica hoy día la fabricación de  alfileres, no sólo la fabricación misma constituye un oficio aparte, sino que está dividida en varios ramos, la mayor parte de los cuales también constituyen otros tantos oficios distintos.

 Un obrero estira el alambre, otro lo endereza, un tercero lo va cortando en trozos iguales, un cuarto hace la punta, un quinto obrero está ocupado en limar el extremo donde se va a colocar la cabeza: a su vez la confección de la cabeza requiere dos o tres operaciones distintas: fijarla es un trabajo especial, esmaltar los alfileres, otro, y todavía es un oficio distinto colocarlos en el papel. 

En fin, el importante trabajo de hacer un alfiler queda dividido de esta manera en unas dieciocho operaciones distintas, las cuales son desempeñadas en algunas fábricas por otros tantos obreros diferentes, aunque en otras un solo hombre desempeñe a veces dos o tres operaciones. 

He visto una pequeña fábrica de esta especie que no empleaba más que diez obreros, donde, por consiguiente, algunos de ellos tenían a su cargo dos o tres operaciones. Pero a pesar de que eran pobres y, -por lo tanto, no estaban bien provistos de la maquinaria debida, podían, cuando se esforzaban, hacer entre todos, diariamente, unas doce libras de alfileres. 

En cada libra había más de cuatro mil alfileres de tamaño mediano. Por consiguiente, estas diez personas podían hacer cada día, en conjunto, más de cuarenta y ocho mil alfileres, cuya cantidad, dividida entre diez, correspondería a cuatro mil ochocientas por persona. En cambio si cada uno hubiera trabajado separada e independientemente, y ninguno hubiera sido adiestrado en esa clase de tarea, es seguro que no hubiera podido hacer veinte, o, tal vez, ni un solo alfiler al día; es decir, seguramente no hubiera podido hacer la doscientas cuarentava parte, tal vez ni la cuatro-mil-ochocientos-ava parte de lo que son capaces de confeccionar en la actualidad gracias a la división y combinación de las diferentes operaciones en forma conveniente

Adam Smith explicándoles a Andrea, Basilio y Carlos el principio de división del trabajo.

Y finaliza José Sande, señalando con esta manera de mostrar lo de la fábrica, que en un examen de Historia que había tenido con sus alumnos también “entraba” Adam Smith. Y ello porque el libro de Historia que ellos tenían como texto , en una de las cuatro líneas que resumía su pensamiento decía “Buscaba el lucro infinito…”. ¡Si Adam Smith (que era catedrátido de Filosofía Moral) levantara la cabeza! 

LA FÁBRICA DE ALFILERES

Encontré asimismo un blog, en que su autor señalaba que ha pasado ya un año desde que en Abril de 2013 echara a andar el mismo.

 Tengo que confesar que lo comencé por obligación, como un ejercicio de un curso on-line sobre TIC´s, que me animó el feedback que recibí con los primeros post, y que ha resistido a pesar de mi tendencia natural a discutir de economía con una cerveza por delante en lugar de un teclado.

El caso es que he pensado aprovechar este primer aniversario para explicar el porqué del nombre del blog. Al fin y al cabo es lo que primero me preguntan siempre y solo quienes han estudiado algo de historia del pensamiento económico saben. 

Quiero aclarar que nunca he trabajado en ninguna fábrica de alfileres y ni siquiera me consta que en España haya alguna. Tampoco es una metáfora de la creación de comentarios punzantes ni nada tan poético. Es algo más sencillo.

El nombre viene del libro más importante del que es considerado padre de la ciencia económica moderna. Investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones de Adam Smith. 

Que en su libro primero, dedica su primer capítulo a la importancia de la división del trabajo para el aumento de la productividad. Para demostrar su teoría pone como ejemplo una fábrica de alfileres, y de ahí el título del blog. Este es el fragmento íntegro:

Tomemos como ejemplo una manufactura de poca importancia, pero a cuya división del trabajo se ha hecho muchas veces refrenda: la de fabricar alfileres.

 Un obrero que no haya sido adiestrado en esa clase de tarea (converja por virtud de la división del trabajo en un oficio nuevo) y que no este acostumbrado a manejar la maquinaria que en él se utiliza (cuya invención ha derivado, probablemente, de la división del trabajo), por más que trabaje, apenas podría hacer un alfiler al día, y desde luego no podría confeccionar mas de veinte. 

Pero dada la manera como se practica hoy día la fabricación de alfileres, no solo la fabricación misma constituye un oficio aparte, sino que esta dividida en varios ramos, la mayor parte de los cuales también constituyen otros tantos oficios distintos. 

Se señala entonces, que un  obrero estira el alambre, otro lo endereza, un tercero lo va cortando en trozos iguales, un cuarto hace la punta, un quinto obrero esta ocupado en limar el extremo donde se va a colocar la cabeza. 

A su vez la confección de la cabeza requiere dos o tres operaciones distintas: fijarla es un trabajo especial, esmaltar los alfileres, otro, y todavía es un oficio distinto colocarlos en el papel. 

En fin, el importante trabajo de hacer un alfiler queda dividido de esta manera en unas dieciocho operaciones distintas, las cuales son desempeñadas en algunas fabricas por otros tantos obreros diferentes, aunque en otras un solo hombre desempeñe a veces dos o tres operaciones. 

El  blog sigue,  desarrollando lo mismo que expone Smith , tal cual ya lo hemos señalado  anteriormente, pero pienso que  vale la redundancia. Y ella refuerza el hecho que   se ha  visto una pequeña fabrica de esta especie que no empleaba mas que diez obreros, donde, por consiguiente, algunos de ellos tenían a su cargo dos o tres operaciones. 

Pero a pesar de que eran pobres y, por lo tanto, no estaban bien provistos de la maquinaria debida, podían, cuando se esforzaban, hacer entre todos, diariamente, unas doce libras de alfileres. 

En cada libra había mas de cuatro mil alfileres de tamaño mediano. Por consiguiente, estas diez personas podían hacer cada día, en conjunto, mas de cuarenta y ocho mil alfileres, cuya cantidad, dividida entre diez, correspondería a cuatro mil ochocientos por persona. 

En cambio si cada uno hubiera trabajado separada e independientemente, y ninguno hubiera sido adiestrado en esa clase de tarea, es seguro que no hubiera podido hacer veinte, o, tal vez, ni un solo alfiler al día; es decir, seguramente no hubiera podido hacer la doscientas cuarentava parte, tal vez ni la cuatromilochocientosava parte de lo que son capaces de confeccionar en la actualidad gracias a la división y combinación de las diferentes operaciones en forma conveniente."

La referencia entonces es  Adam . Smith; La Riqueza de las Naciones; Libro 1; Capítulo 1

Y así lo recoge Michael Goodwin en su divertido comic sobre historia económica "Economix":

El caso es que, no solo por la división del trabajo, la productividad del trabajo ha ido creciendo a lo largo del siglo XX y XXI. Sin embargo, su retribución, o sea el salario, no le ha seguido al mismo ritmo, generando un creciente diferencial que ha ido a parar a las ganancias de la clase capitalista.

Aquí tenemos esa relación en EEUU, y como esa ruptura se produce de manera muy clara a mediados de los 70, coincidiendo con el giro conservador en occidente y la implantación del pensamiento neoliberal en economía. Cuando hablaban de libertad querían decir trabajar más y cobrar menos, como el encarcelado Diaz Ferran.

Pues en España, la actual crisis solo ha servido para incrementar más esa separación, de hecho, al principio de la crisis la patronal lanzó la consigna de vincular los salarios a la productividad en lugar de al IPC. 

Y lanzaron toda una batería de argumentos para demostrar sus beneficios sobre la economía. Hasta entonces la productividad había subido menos que los precios y les pareció un buen negocio. 

Unos meses después nunca más se volvió a hablar de ello. Con el país en riesgo de deflación y la productividad creciendo a base de explotación laboral, ya no les salían las cuentas.

 Es fácil de intuir, España está produciendo prácticamente lo mismo que hace cuatro años a niveles de PIB, pero con dos millones de trabajadores y trabajadoras menos. Está claro que los que quedan están asumiendo, sin cobrar más sino todo lo contrario, lo que antes hacían los que han echado.

Así que la patronal ya no pide ligar los salarios a nada, simplemente bajarlos y punto. Incluso acabar con el Salario Mínimo Interprofesional y cualquier atisbo de límite legal a la explotación más salvaje. 

Y aquí vuelvo a Adam Smith para recordar lo que opinaba al respecto: “Nuestros comerciantes e industriales se quejan mucho de los efectos perjudiciales de los altos salarios, porque suben los precios y por ello restringen la venta de sus bienes en el país y en el exterior. 

Nada dicen de los efectos dañinos de los beneficios elevados. Guardan silencio sobre las consecuencias perniciosas de sus propias ganancias”. A lo cual apostillaba: "Ninguna sociedad puede florecer y ser feliz si la inmensa mayoría de sus miembros, los trabajadores, son pobres y miserables".

Y es que hay una sentencia de Adam Smith de la que nunca se acuerdan en las facultades de economía: "Cualquier propuesta de una nueva ley o regulación comercial que venga de esta categoría de personas (los capitalistas) debe ser considerada siempre con la máxima precaución y nunca debe ser adoptada sino después de una investigación prolongada y cuidadosa, desarrollada no solo con la atención más escrupulosa, sino también con el máximo recelo.

Hay que tener en cuenta que provendrá de una clase de hombres cuyos intereses nunca coinciden exactamente con los de la sociedad, que tienen generalmente un interés en engañar e incluso oprimir a la comunidad y que, de hecho, la han engañado y oprimido en numerosas ocasiones".

Y es por eso que desde mi formación marxista reivindico a Adam Smith, un tipo que estudió economía para luchar contra la pobreza, y que como decía Galbraith "es demasiado sabio y entretenido para relegarlo entre los conservadores, pocos de los cuales lo han leído alguna vez".



Escrito por

dennis falvy

Economista de la Universidad Católica con un master en administración en la Universidad de Harvard; periodista en economía .


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