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CON ESTE TRUMP: NO HAY FORMA DE GANAR

Y LA DEMOCRACIA: MUCHO POR PERDER 

Publicado: 2016-09-28

POR: DENNIS FALVY 

Leo a Wolf  como unos 15 años en el Financial Times. Es bueno, sin duda. Y por ello me quedo asombrado sobre este post pues tal parece que yo me copiara de su estilo. Vale decir,  traer los sucesos históricos a la economía. Algo que esa banda de macro búhos  locales ,soberbios algunos; que ni siquiera han sacado su grado de PHD y los flojos se quedaron de candidatos, no tienen en cuenta la historia para nada . Son unidimensionales. Creen que es la economía la que explica todos los sucesos del poder y del consumidor. Y ello no es cierto. Mucho depende de los personajes y del contexto. ¿Hubiera Hitler podido financiar su entrada al poder, si es que no hubiera contado con la participación de ese economista Hjalmar Horace Greeley Schacht,   quien además de ser un político y financiero alemán  y del Reichsbank , fue Ministro de Economía del Tercer Reich entre 1934 y 1937. De hecho su participacion ayudo  al partido nazi. (Ver Quote sobre este personaje).Sin mas preámbulo, aquí lo de Martin.

HOW THE WEST MIGHT SOON BE LOST  

"Under  President Trump, democracy would lose credibility as a model for a civilised political life "

By: M ARTIN WOLF

Sometimes history jumps. Think of the first world war, the Bolshevik revolution, the Great Depression, the election of Adolf Hitler, the second world war, the beginning of the cold war, the collapse of the European empires, Deng Xiaoping’s “reform and opening up” of China, the demise of the Soviet Union, and the financial crisis of 2007-09 and subsequent “great recession”.

We may be on the brink of an event as transformative as many of these: the election of Donald Trump as US president. This would mark the end of a US-led west as the central force in global affairs. The result would not be a new order. It would be perilous disorder.

The fact that Mr. Trump can be a credible contender for the presidency is astounding. In business, he is a serial defaulter and litigator turned reality TV star. He is a peddler of falsehoods and conspiracy theories. He utters racist calumnies. He attacks the independence of the judiciary. He refuses to reveal his taxes. He has no experience of political office, and incoherent policies. He glories in ignorance.

He even hints at a federal default. He undermines confidence in the US-created trade order, by threatening to tear up past agreements. He undermines confidence in US democracy by claiming the election will be rigged. He supports torture and the deliberate killing of the families of alleged terrorists. He admires the former KGB agent who runs Russia.

Evidently, a huge number of US voters have lost confidence in the country’s political and economic systems. This is so to an extent not seen even in the 1930s, when voters turned towards an established politician. Yet, for all its challenges, the US is not in such terrible shape. It is the richest large country in the history of the world. Growth is slow, but unemployment is low. If voters were to choose Mr. Trump — despite his failings, displayed again in the first presidential debate — this would tell us grim things about the health of the US.

It is the world’s leading power, so this is not just a domestic US concern. What might a Trump presidency mean? Forecasting the policies of someone so unpredictable is impossible. But a few things seem at least reasonably clear.

The US and its allies remain immensely powerful. But their economic dominance is in slow decline.

According to the International Monetary Fund, the share of the high-income countries (essentially, the US and its chief allies) will fall from 64 per cent of global output (measured at purchasing power) in 1990 to 39 per cent in 2020, while the US share will fall from 22 per cent to 15 per cent over this period.

While the US military might is still huge, two caveats must be made. One is that winning a conventional war is quite a different matter from achieving one’s aims on the ground, as the Viet¬nam and Iraq wars showed. Furthermore, China’s rapidly rising defence spending could create serious military difficulties for the US in the Asia-Pacific region.

It follows that the ability of the US to shape the world to its liking will rest increasingly on its influence over the global economic and political systems. Indeed, this is not new. It has been a feature of US hegemony since the 1940s. But this is even more important today. The alliances the US creates, the institutions it supports and the prestige it possesses are truly invaluable assets. All such strategic assets would be in grave peril if Mr. Trump were to be president.

The biggest contrast between the US and China is that the former has so many powerful allies.

Even Vladimir Putin is not a reliable ally for China. America’s allies support the US largely because they trust it. That trust is based on its perceived commitment to predictable, values-based behavior. Its alliances have not been problem-free, far from it. But they have worked.

Mr. Trump’s cherished unpredictability and transactional approach to partnerships would damage the alliances irreparably.

A vital feature of the US-led global order has been the role of multilateral institutions, such as the IMF, the World Bank and the World Trade Organisation. In binding itself by the rules of an open economic system, the US has encouraged others to do the same. The result has been extraordinary growth in prosperity: between 1950 and 2015, average global real output per head rose six fold. Mr. Trump does not understand this system. The results of repudiation could be calamitous for all.

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QUOTE

Biografía [ De :  WIKIPEDIA)

 Schacht   nació el 22 de enero de 1877 en Tinglev,2 Imperio Alemán —localidad hoy perteneciente a Dinamarca—. Era hijo de William Leonhard Ludwig Maximillian Schacht y de la baronesa danesa Constanze Justine Sophie von Eggers, siendo su nombre un homenaje a Horace Greeley, fundador del periódico Tribune, que después pasó a llamarse New York Herald Tribune.

Estudió Medicina, Filología y Ciencias Políticas antes de doctorarse en Ciencias Económicas en 1899 por la Universidad de Kiel. En 1903 entró a trabajar en el Dresdner Bank.

Durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) fue nombrado encargado de la administración económica de los territorios ocupados en Bélgica. No obstante, fue destituido de dicho cargo poco después por las autoridades militares, al ser acusado de contactar con su antiguo empleador, el Dresdner Bank, para que recibiera los fondos del gobierno belga decomisados por las fuerzas alemanas.

Pese a que este incidente le causó problemas en la administración pública alemana, Schacht mantuvo su prestigio profesional, y de hecho contribuyó a reducir la inflación y a estabilizar el marco cuando se convirtió en presidente del Reichsbank el 22 de diciembre de 1923. Schacht se mantuvo como Presidente del Reichsbank hasta 1930 y desde ese puesto contribuyó a la elaboración del Plan Young, destinado a reducir las reparaciones de guerra a las que Alemania estaba obligada tras la Primera Guerra mundial.

Aun sin ser militante del Partido Nazi, Schacht ayudó a Adolf Hitler a reunir fondos para sus campañas políticas. Incluso en 1932 Schacht organizó una petición de industriales para reclamar al presidente Hindenburg el nombramiento de Hitler como Canciller. Una vez en el poder, Hitler nombró a Schacht presidente del Reichsbank, y luego Ministro de Economía en 1934.

En este cargo Schacht desarrolló una política de inversiones públicas, especialmente impulsando grandes obras, como la construcción de autopistas, y redujo el déficit presupuestario del Estado para encontrar fondos, políticas revolucionarias, teniendo en cuenta que el keynesianismo surgiría años más adelante. También desarrolló una política de lucha contra la inflación plasmada en los llamados "Bonos MEFO". Éstos constituían una suerte de circulación pseudomonetaria que redujo la inflación de forma visible. En 1935 Schacht fue nombrado "Plenipotenciario General" para la economía de guerra.

En enero de 1937, Schacht fue nombrado miembro honorario del Partido Nazi y condecorado como tal. Dimitió en noviembre de1937 debido a diferencias, especialmente sobre la importancia de los gastos militares, generadores de inflación, y de sus relaciones conflictivas con Hermann Göring, a quien consideraba incompetente en asuntos de economía y finanzas. Conservó su cargo al frente del Reichsbank hasta 1939, cuando sus críticas al antisemitismo del régimen causaron que los líderes nazis dudaran de su lealtad política al régimen. No obstante, la capacidad intelectual de Schacht permitió que siguiera siendo Ministro sin Cartera hasta enero de 1943, cuando Hitler lo destituyó.

Acusado de estar implicado en el atentado del 20 de julio de 1944 contra Hitler, Schacht fue internado en el campo de concentración de Dachau hasta el final de la guerra. Liberado por los Aliados, Schacht figuró entre los acusados en el proceso de Núremberg, donde se le acusó de complot y de crímenes contra la paz, especialmente por su contribución en la preparación de la economía alemana para la guerra. Entre los acusados, obtuvo los mejores resultados en los test de inteligencia (143) preparados por el psiquiatra de la prisión.

Schacht resultó absuelto y liberado en 1946, pero fue de nuevo juzgado por un tribunal alemán de desnazificación que le condenó a una pena de ocho años de trabajos forzados. Puesto en libertad en 1948 se convirtió en consejero financiero para los países en vías de desarrollo y retornó al negocio bancario como asesor hasta su muerte. Dicho fallecimiento se produjo en junio de 1970 en Múnich, Alemania Occidental.2


Escrito por

dennis falvy

Economista de la Universidad Católica con un master en administración en la Universidad de Harvard; periodista en economía .


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